Cómo potenciar el cuajado en los frutales
Cómo potenciar el cuajado en los frutales
La fase de cuajado se desencadena pocos días después de la apertura floral y marca el inicio de la transición del ovario hasta el fruto en desarrollo, tras la polinización y la fecundación -o la partenocarpia en especies donde no se fecunda-.
De forma genérica, se potencia la capacidad fructífera de las flores mediante trabajos de poda, una nutrición adecuada y otras técnicas de cultivo que favorecen el desarrollo floral (y eliminan a competencia entre ellas).
Etapas del proceso del cuajado y ayudas para su viabilidad
Aunque la floración normalmente ocurre gradualmente en una planta, su duración es breve, ya que las flores se marchitan sin polinización. Las condiciones climáticas son cruciales para este proceso; temperaturas bajas y lluvias afectan a los insectos polinizadores, mientras que altas temperaturas pueden acortar el periodo de polinización. Heladas o calor extremo pueden causar daños a los frutos recién formados. La transferencia de polen, esencial para la polinización, puede ser realizada por el viento o insectos, dependiendo de la especie. La fecundación, tras la germinación del polen en el estigma receptivo, resulta en la formación de semillas y la transformación de la flor en fruto.
El cuajado pasa por una etapa inicial caracterizada por la caída fisiológica de un porcentaje significativo de frutos. El fruto experimenta un rápido crecimiento debido a la intensa división celular, un proceso de alta demanda energética que consume carbohidratos para nutrir la duplicación del material genético.
En la primera fase de crecimiento, todos los tejidos del fruto aumentan su número de células, siendo este crecimiento impulsado por la contribución conjunta de los diferentes tejidos.
La disponibilidad de carbohidratos para que el fruto aumente su número de células resulta crucial y, si planta no puede satisfacer la demanda, se interrumpe el cuajado y se produce la caída o abscisión.
Los frutos que superan la caída fisiológica siguen su desarrollo, caracterizado por el aumento de peso y volumen, hasta alcanzar la maduración.
En especies como los cítricos y algunas variedades de peral, se produce fructificación partenocárpica, sin fecundación ni semilla. Como tienen bajas concentraciones hormonales en comparación a los frutos con semilla y resultan más susceptibles a la abscisión, necesitan un óptimo aporte nutricional para garantizar su rendimiento.
Aportación de macronutrientes durante el cuajado
Los niveles adecuados de P y K resultan fundamentales. La aportación de ambos macronutrientes al principio del cuajado mejora la calidad del fruto en aspectos como la precocidad, el tamaño o la uniformidad de la producción.
El fósforo resulta fundamental necesario en momentos de alta actividad celular, como durante la división de las células en la planta, y también para procesos como la respiración y la fotosíntesis.
El potasio actúa como activador de enzimas intervinientes en procesos metabólicos esenciales como la fotosíntesis, el transporte de azúcares y la síntesis de proteínas.
La aplicación de N durante la postcosecha incrementa la longevidad de los óvulos y alarga el periodo de polinización efectiva.
El C, por su parte, influye en una germinación normal y favorece el rápido inicio del crecimiento del tubo polínico.
Aportación de micronutrientes durante el cuajado
Los microelementos, como B, Zn y Mn influyen en la floración, el cuajado y la cantidad de frutos. Su déficit reduce el crecimiento y la producción de la planta.
El boro incrementa la viabilidad de los granos de polen e influye en procesos fisiológicos como la división y el crecimiento celular.
El zinc activa enzimas de la planta y la síntesis de auxinas -reguladores de crecimiento- y mejora la resistencia de la planta a las bajas temperaturas.
El manganeso influye la germinación del polen, el alargamiento celular y el crecimiento del tubo polínico.
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